-¿Me deseas?
Con gesto pícaro, levanto una ceja, centrándome en él.
-Sí, mucho.
Eric sonríe. Está feliz con lo que escucha.
-En una escala del uno al diez, ¿cuánto me deseas? -me plantea, sorprendiéndome.
Convencida de que mi libido está por las nubes, respondo:
-El diez se queda corto. Digamos, ¿cincuenta?
-Como dice la canción eres el sol de mi vida y, si te veo triste. yo no puedo ser feliz -susurra en mi oído-.
-Cuchufleta,¿cómo estás, cariño?
¡Mi hermana!
Sin dejar de mirar a Eric, respondo:
-¡Hola, Pablo!
-¡¿Pablo?! Pero Cuchuuuuuuu, que soy yo, Raquel.
-Lo sé, Pablo..., lo sé. Vale. Si quieres cenamos. ¿En tu casa? ¡Genial!
Mi hermana no entiende nada, y antes de que diga nada más, añado:
-Luego, te llamo. Ahora estoy hablando con mi jefe. Hasta dentro de un rato.
Cuando cuelgo, la mirada de Eric es siniestra. No sabe quién es ese Pablo y lo desconcierta.
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