[Alex]
-Se planta frente a mí, con esa ropa mojada que le descubre todo el cuerpo, y se tiende en el suelo para arrastrarse mostrándome el trasero... Disculpa -dijo al caballo, después de aplicarle una cepillada demasiado enérgica-. ¿De qué pasta me cree hecho?
-De ciento veinte kilos de grasa.
-No por gordo soy menos hombre -objetó Alex.
-¿Qué quiere usted? -jadeó ella, contemplando los ojos tras la máscara-. ¿A qué ha venido? ¿Qué han hecho ahora los ingleses?
-Sólo he venido para verte -dijo el Corsario, moviendo el cuerpo hasta ponerlo en contacto con el de ella. Su mano libre se posó en la cintura, acariciando las costillas-. Te vigilo, Jessie. Te veo. Pienso en ti.
-Yo no pienso en ti -aseguró ella, tratando inútilmente de desasirse.
Él se inclinó para besarla en el cuello.
Alex se incorporó y las sábanas cayeron, descubriendo su cuerpo fuerte y musculoso, mientras se ponía la camisa decidió desquitarse por lo que ella había dicho al Corsario. [...]
-Oye, no eres nada feo. -Le apoyó un dedo en la mejilla-. ¿Recuerdas aquella vez en que apuntaste a Pitman con dos pistolas para impedir que nos incendiara la casa? Esa noche estuviste muy valiente.
Alex mantenía los brazos pegados a sus flancos, sin mirarla. Ella se acercó hasta oprimirlo con su cuerpo.
-Alex -dijo con suavidad, deslizándole un dedo por el mentón-, has sido buenísimo conmigo y con mi familia. Mira, es asombroso, pero con esta luz se te ve casi tan apuesto como tus hermanos.
[El Corsario]
-Ronca tanto que no oirá nada. Por favor, Jessie.
-¡Vete de aquí! -ordenó ella, en voz demasiado alta, pues sabía que estaba a punto de ceder-. Voy a gritar hasta que todos me oigan. Si te atrapan será a ti a quien ahorquen.
-No lo dices en serio, Jessie. Ese tonto de Montgomery jamás se acostará contigo. ¿Vas a pasar la vida sola en esta cama?
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